Para mí hubo cambios tanto en lo físico, como en lo mental y lo emocional. Primero, conocí un estilo de Yoga que desconocía, así que cada dato fue una ganancia para mí. Me deshice de algunos patrones que tenía establecidos hace tanto tiempo, no sin dificultad, lo admito, pero estoy en el camino de integrar mis conocimientos pasados con los nuevos. Desde el punto de vista físico, experimenté la “incomodidad” de salir de mi zona de confort, normalmente ubicada en la flexibilidad y el equilibrio, para adquirir más conciencia de la fuerza. Igualmente, de un Yoga intuitivo, que era lo que yo hacía, me da mucho placer sentirme más académica, tener más conocimientos teóricos apropiados sobre anatomía, centros energéticos y técnicas de respiración, entre otras muchas otras cosas. Creo que mi ganancia mayor fue la emocional. Mi vínculo con el Yoga es aún más amoroso que antes, mis ganas de seguir recorriendo este camino y descubrir cada vez más sobre mí misma y sobre cómo ayudar a los demás es algo que me ilusiona mucho. Y por último, mis compañeras de viaje fueron las mejores, con todas y cada una tengo un recuerdo bonito, una vivencia de risas, disfrute y nutrición recíproca.